La muerte ronda mi habitación,
me castiga con su silencio,
me despierta una y otra vez
con un murmullo frío
que acaricia mi rostro.
La espigada dama posee
un color oscuro, más oscuro
que la oscuridad misma.
La muy traviesa juega en las esquinas
y convive con la oscuridad,
no le veo diente alguno
pero come tiempo
de mi dura vida.
Y al final, me di cuenta
que el inquilino de la habitación
era yo.
W. Rocel
Un 18 de enero de 2013, a las 4:00 a.m.
desperté y escribí para la bella, bella muerte
desperté y escribí para la bella, bella muerte