domingo, 31 de octubre de 2010

Andesland. Adiós awki

Aquella noche el awki con su pequeño wilka se encontraban observando los Apus y los pequeños luceros que adornaban la noche, después de un largo silencio surge un profundo y largo suspiro, cerrando sus ojos y apretando en puño sus manos el awki dice:
—Hijo mío, se acerca el final de mi camino y lo único que espero es que seas feliz, confío de todo corazón que te encuentres preparado para tomar tu camino con mucha responsabilidad.
El pequeño asombrado le contesta:
—Pero awki ¿qué dices? ¿cómo sabré que hacer sin tu ayuda?
A lo que el awki responde:
—Estoy seguro que mis enseñanzas no cayeron en infértil tierra —quedándose pensativo— bueno, ya es muy tarde, vámonos a dormir —entre caminos y montañas se dirigen a la vivienda, el noble awki acuesta al pequeño, brotando de entre sus arrugas una mirada tierna y ojos muy brillantes, lo abriga y colocándole como siempre la mano sobre el rostro, arrastrando la mano dirigiéndola de la frente hacia el mentón, obligando con esto a que el pequeño cierre los ojos, pero el pequeño wilka presiente que algo malo pasará, ya que en las noches escucha pasos donde no los debería haber, siente que alguien le toca la cabeza y no hay nadie a su alrededor, escucha que el aire canta su nombre, con todo esto no logra quedarse tranquilo, asomando una y otra vez la mirada por entre las mantas para observar al maestro lo que hace en su cuarto, no lo pierde de vista ni un instante, como se cambia la ropa, como hace sus oraciones, unas venias a la tierra, el cielo y luego con la cabeza gacha coloca las manos en su pecho y las entrega a la luz, para luego apagar el pequeño fuego que iluminaba su cuarto y ver como la oscuridad invadía su cuarto, el anciano ya recostado mirando la ventana y observando la luz azul que la luna hacia entrar —el niño inquieto, no quiere dormir, presagia algo, se queda por largas horas sin perderle la mirada al anciano.
—Pase lo que pase no temas, que siempre estaré a tu lado, recuerda ser feliz —comenta el anciano— Pasa la voz a los ancianos vecinos, ellos sabrán que hacer.
—No hables así abuelo que mañana es otro día y no te veo mal de salud, es solo cansancio y alguna pena que inunda tu alma. Prometo esforzarme más para que te alegres.
—No te preocupes hijo mío soy feliz muy feliz, solo que mí cuerpo ya no tiene fuerzas ni para expresarlo.
—Abuelito duerme, lo que dices me asusta. Mañana es otro día, duerme.
—El niño trata de no dormir, una y otra vez trata de despertarse, pero al final el cansancio gana.
A la mañana siguiente el radiante sol logra entrar por la ventana despertando al pequeño wilka, el cual de un salto se dirige hacia el awki.
—Awki, awki vamos despierta es un hermoso día y te prometí dar mí mejor esfuerzo para que te alegres. Awki, awki —moviendo las mantas— despierta por favor no me asustes, ¡nooo!, abuelito despierta vooy, voy a hacer todo lo que me pidas, pero despierta. —recostado sobre el cuerpo del awki, se hecha en llanto, colocando una y otra vez la mano del anciano sobre su rostro para sentir por última vez esa mano que siempre trataba de hacerlo dormir—
El pequeño wilka fue corriendo entre llantos a decirle lo sucedido al anciano de a lado —como le encomendó el awki— el cual después de apoyar sus manos sobre los hombros del niño, le dice:
—Tranquilízate ya no llores al contrario alégrate.
—¿Cómo quiere que me alegre? —¿Qué, no sabes?, quédate en mi casa, nosotros nos encargaremos de prepararlo para su largo viaje.
Ante esto a lo único que atinó el wilka es a hacerle caso, esperó y esperó en la casa vecina, observaba por la ventana lo que los ancianos hacían, ya que empezaron a llegar más y más de las tierras vecinas. Las ancianas cocinaban en las afueras cantando el jarawi por la triste perdida del awki, parecía que preparaban fiambre para varios días y para varias, muchas personas. Mientras los ancianos ingresaban a los interiores de la casa, al wilka le da tanta curiosidad que sale corriendo e ingresa abriéndose paso por entre los ancianos hasta donde se encuentra el awki, encontrándolo recostado llevando puesto como traje una mortaja blanca, mientras que los otros ancianos venían preparando varios báculos con retazos de mantas amarradas a uno de los extremos y mojadas en chicha. En eso el vecino lo retira a la fuerza de los interiores —muchacho sal de aquí te puede dar el aire —mientras saca de su faja un pequeño pocillo, lo destapa y le acerca al wilka— toma muchacho anda huele, aspira profundo para que entre hasta el fondo y aleje los malos espíritus y encima entraste sin tu chullu.
—¡Asu! ¿Qué es esto?, huele a pichi...
—Anda huele de nuevo, con esto ahuyentamos el aire de los gentiles.
—Ah, no deja respirar, huele fuerte, cualquiera se ahuyentaría con esto.
—Esto te servirá para que no entres así de golpe, ¡anda! vuelve a mi casa, ya viene la noche y el camino es largo.
—¿Camino? ¿A dónde? ¿De noche? ¿Qué pasa?
—Cuando venga la hora te darás cuenta, anda a mi casa te digo y espera ahí....
La noche y la impaciencia invaden al pequeño awki una vez más, pero por poco tiempo ya que por los caminos se escuchan llegar sonidos de pututos y tambores de la mano de ancianos, tun tun en doble fila tocando vienen, tun tun y sonidos que llegan al alma brotan de los tubos de caña.
—Son tropas de caña, son los Sicuris mi pequeño awki —comenta el vecino— que se reúnen para rendir honores al wilka. Juntos iremos a llevarlo a su última morada.
Las tropas de ancianos son recibidos con merienda, chicha y coca para juntar energías y continuar el camino, ahora acompañando el cuerpo del wilka, toman chicha y siempre brindando con los Apus, una copa a los pies del apu –al suelo– y otra a la boca brindando por el que vaya bien en el viaje...
Una vez descansados a la luz de la luna continúan el camino, se despiden de las mujeres y con el tun, tun de los bombos y el sonido que brota de las cañas dan inicio al trayecto, las mujeres que se encuentran a lo largo del camino por el cual pasa la comitiva dejan pétalos de las flores silvestres y jarawis, cantos de pena. Y el grupo se pierde por entre las montañas en su largo caminar rumbo al Gran río que se encuentra entre la vegetación al otro lado de los Apus. Pero esta, es otra historia.


Dedicado a Valeria Micaela Rodríguez P.
Fragmento de Tierra de los andes / Andesland
(libro en elaboración de W. Rocel, 2003)
Adaptación de texto para
Heart beat-Andean, music of the Andes 
andeanheartbeat.com

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* Awki: vocablo quechua de abuelo.
* Wilka: vocablo quechua de nieto.
* Amauta: vocablo quechua de maestro. Anciano que por respeto y experiencia recabada a lo largo de su vida merece llevar el nombre de maestro. Dominan el arte de sanar con las plantas.
* Apu: vocablo quechua de Señor, alto dignatario. En éste texto con respeto y veneración llama Apus a las altas montañas.


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